Por qué no podemos predecir nada con total certeza
Estas semanas hemos hablado de la ciencia y sus ventajas e inconvenientes, y hoy vamos a hablar de algo parecido, de un problema fundamental al que se enfrenta la fisica. Este problema es un problema externo de base que ha causado los mayores quebraderos de cabeza de la historia y es el problema de que es imposible predecir algo con total precision. A alguno le puede parece lógico porque no tenemos aparatos 100% precisos, pero esto va más allá; la naturaleza no funciona de forma determinista, sino probabilística.
La naturaleza no es como creemos
¿Y que significan esos palabros que acabo de soltar ahora? Pues significa que aunque diseñemos un aparato de medida perfecto con todas las cifras decimales, nunca podremos saber dónde está exactamente una partícula, o dónde estará luego. El desarrollo de la física cuántica a principios del siglo pasado nos enseñó que en la naturaleza no exite un patrón causa-efecto perfectamente definido, sino más bien un patrón “causa-efecto probable”. Si a alguien no le suena esto muy raro, es que no lo está entendiendo.
Supongamos que medimos el espín de una partícula aislada (ya os contamos lo que es el espín, repasadlo) y nos da 1/2; todo bien. Dejamos pasar un tiempo y volvemos a medirlo y ahora el resultado es -1/2. Pero si lo medimos nuevamente nos da -1/2 y la siguiente +1/2… y así aleatoriamente, sin que nada actúe sobre la partícula. Esto resultaba increíble para los físicos de la época incluso para Albert Einstein, quien llegó a decir algo así como que aquello era una estupidez y que lo que realmente pasa es que hay propiedades que no conocemos.
Extraña acción a distancia
En respuesta a esto, Bell ideó un experimento para comprobar si Einstein estaba en lo cierto. El experimento utiliza el entrelazamiento cuántico, una propiedad que permite que en ciertas situaciones se pueda predecir la medida de una particula midiendo otra que está a millones de kilómetros de distancia. Así de fácil y así de complicado. Este entrelazamiento cuántico además parece violar las teorías de Einstein (ahora veis de dónde le venía a este el mosqueo). De hecho aquí ya mencionamos algo sobre este fenómeno.
Para los que quieran saber algo más del experimento les recomiendo el vídeo que acompaña la entrada; para los demás vamos con una simplificación. La idea consiste en que si, como Einstein proponía, existen unas variable ocultas que no conocemos el resultado del experimento arrojaría medidas de un tipo y si la física cuántica estaba en lo cierto y el proceso era aleatorio, daría otro tipo de medidas. Como imagináis, los resultados esta vez no favorecieron a Einstein sino a la mecánica cuántica que permanece hoy como la teoría mejor comprobada de la historia.
¿Y que significan esos palabros que acabo de soltar ahora? Pues significa que aunque diseñemos un aparato de medida perfecto con todas las cifras decimales, nunca podremos saber dónde está exactamente una partícula, o dónde estará luego. El desarrollo de la física cuántica a principios del siglo pasado nos enseñó que en la naturaleza no exite un patrón causa-efecto perfectamente definido, sino más bien un patrón “causa-efecto probable”. Si a alguien no le suena esto muy raro, es que no lo está entendiendo.
Supongamos que medimos el espín de una partícula aislada (ya os contamos lo que es el espín, repasadlo) y nos da 1/2; todo bien. Dejamos pasar un tiempo y volvemos a medirlo y ahora el resultado es -1/2. Pero si lo medimos nuevamente nos da -1/2 y la siguiente +1/2… y así aleatoriamente, sin que nada actúe sobre la partícula. Esto resultaba increíble para los físicos de la época incluso para Albert Einstein, quien llegó a decir algo así como que aquello era una estupidez y que lo que realmente pasa es que hay propiedades que no conocemos.
Extraña acción a distancia
En respuesta a esto, Bell ideó un experimento para comprobar si Einstein estaba en lo cierto. El experimento utiliza el entrelazamiento cuántico, una propiedad que permite que en ciertas situaciones se pueda predecir la medida de una particula midiendo otra que está a millones de kilómetros de distancia. Así de fácil y así de complicado. Este entrelazamiento cuántico además parece violar las teorías de Einstein (ahora veis de dónde le venía a este el mosqueo). De hecho aquí ya mencionamos algo sobre este fenómeno.
Para los que quieran saber algo más del experimento les recomiendo el vídeo que acompaña la entrada; para los demás vamos con una simplificación. La idea consiste en que si, como Einstein proponía, existen unas variable ocultas que no conocemos el resultado del experimento arrojaría medidas de un tipo y si la física cuántica estaba en lo cierto y el proceso era aleatorio, daría otro tipo de medidas. Como imagináis, los resultados esta vez no favorecieron a Einstein sino a la mecánica cuántica que permanece hoy como la teoría mejor comprobada de la historia.
Nada se puede predecir con precisión
¿En que nos afecta todo esto a los demás? A efectos prácticos del día a día, en nada. Me explico. La precisión que la naturaleza nos permite es mucho mayor que el tamaño de un átomo y no creo que a nadie le haga falta tener una precisión de un átomo a la hora de decir, por ejemplo, la distancia entre Madrid y Barcelona. Dicho esto, conocer las leyes de la física cuántica y aplicarlas debidamente es lo que ha permitido el desarrollo tecnológico tan gigantesco del último siglo, desde smartphones hasta aparatos médicos.
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